lunes, 8 de diciembre de 2008

Desconocido

Nadie suponía lo que iba a ocurrir. Quien hubiera imaginado la serie de eventos que acontecieron hubiera sido tomado por loco. Estamos todos locos. Fue ese suceso el que tomó por sorpresa a todos, el que nunca nadie recordará, el que lo cambió todo.

Desde donde el horizonte se mezclaba solemnemente con el mar hasta los picos nevados de las grandes montañas que se desvanecían en las nubes algo extraño se respiraba en el húmedo aire. Todos los seres vivos esperaban inocentemente el acontecimiento, todos menos uno: el hombre.

Un grupo de no muchos estaba a las orillas de uno de los grandes lagos, trabajando. Eran todos de aspecto muy rústico, con manos grandes, pies llenos de cayos y barbas enmarañadas en una incomprensible red de vellos. Se movían bruscamente mientras se adentraban en el lago, pero algo los detuvo. Uno de ellos al levantar la cabeza notó que alguien había hecho algo horrible. Todos miraron fijamente hacia arriba hasta que sus cuellos no soportaron tal martirio, después se miraron entre ellos sin comprender el catastrófico descubrimiento que habían hecho. Atónitos como estaban se pusieron a discutir acerca de lo sucedido. La conclusión no tardó en llegar, se decidió de forma unánime cual era la verdad acerca de lo acontecido: Alguien había apedreado al sol. Así es, alguna persona poco cuerda había arrojado algo hacia el sol, probablemente lastimándolo. Muchos dirán que es una idea digna de un loco, pero la verdad ya esta dicha.

No todos los días alguien apedrea al sol, ¿o sí? La verdad es que no es un hecho que pueda pasar desapercibido, ¿Qué hará el sol después de semejante ataque? Muchos temían que cayera encima de ellos, y desataron una ola de locura que ahogó hasta al último de los vivos. No fue gratuito su sentimiento, ya que efectivamente el sol amenazaba con atestar un gran golpe contra las enormes montañas, que al lado suyo eran tan pequeñas como cualquiera de los que observaba.

Algunos huyeron, de los cuales la mayoría se adentró a la mar y nunca más se escuchó hablar sobre ellos. Otros, los más fuertes, corrieron hacia las montañas con el fin de evitar la eminente colisión. Ni los que huyeron ni los “guerreros” eran tantos como los que no supieron que hacer. Éstos últimos se dedicaron a correr en círculos, cada vez más grandes y trazando circunferencias cada vez menos circulares. Pero de aquel desorden nació un nuevo orden, al poder mirar de nuevo hacia las montañas se dieron cuenta de que el sol ya estaba prácticamente sobre ellas, y que el cielo había cambiado, ya no era el mismo. No dejaron pasar estas señales y rápidamente se dirigieron hacia las cuevas que se habían formado cerca de los valles desde un principio. En estos grandes tubos huecos y negros se podía oír el miedo y oler la angustia de la gente que repentinamente tenían por huéspedes.

No tardó en suceder lo que venía predicando el destino, el cielo se apagó de forma brusca, sin dejar lugar a ninguna risa. Todos cerraron los ojos esperando el impacto. No tardó en suceder lo que el destino venía predicando, uno por uno todos quedaron dormidos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ya fue , quinto año